11.9.10

Por Silvia Puigpinós

En la lección n°xx del seminario de La Angustia, Lacan se refiere al no reconocimiento de la voz grabada:”nuestra voz se nos manifiesta con un sonido ajeno”. Se trata de esta ajenidad producida al escucharse la voz que uno se graba.
¿A qué voz los cartelizantes se identifican o no, cuando en el cartel se encuentran conversando?
Y cuando se escribe ¿qué voces retornan de esas conversaciones? Y a su vez ¿cómo en cada uno puede aparecer esa identificación, que por cierto no debería aparecer en el cartel? ¿Como correrse de esa posición para poder producir un escrito, la transmisión de ese escrito o sea su lectura para que avance hacia el producto final del cartel.
Hay algo de un objeto que podemos tomar del cuerpo, es en relación a la voz ¿De que manera aparece el cuerpo en el cartel? y luego una vez concluida la experiencia del cartel ¿qué del cuerpo en la presentación del producto?.
Dedicarnos a ese polo como es el acto mismo del desprendimiento que implica el producto del cartel, está más allá del cartel, lo nombramos el postcartel , que inscribirá quizás, algo de la fabrica de las huellas subjetivas como cimiento libidinal que causa la Escuela

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